Noviembre de 2022

Una nube gris se expande por muchas ciudades de El Salvador. Los patios y tejados de las casas se cubren de pequeñas láminas negras que como plumas, se arremolinan por los vientos del verano. Las últimas leves lluvias del año salpican las paredes de las casas con el pigmento cenizo, y por el suelo escurren riachuelos negros, que, al secarse, dejan un trazo mugriento. Las diminutas partículas que no caen hasta el suelo quedan suspendidas en el aire y provocan estornudos, nos hacen fumadores de hollín. Sé de donde viene la ceniza. Se elevan al cielo desde cientos de hectáreas incendiadas a causa de la cosecha de caña de azúcar. Por las noches, desde la azotea, se puede ver la oscuridad interrumpida por manchas anaranjadas. Son los cañales encendidos. No se si la caña se cosechó siempre así, si los mares de espuma sobre espadas de esmeralda que vio Alfredo Espino ardían en los infiernos de la zafra.

Como una escena del juicio final, los bordes de las autopistas se convierten en las puertas a los infiernos. El intenso calor se siente a través de las ventanas de los carros, y se escucha a lo lejos el crepitar de las largas hojas verdes que se retuercen como herejes sobre las piras. En el horizonte, las humaredas inclinadas por los vientos rasgan la noche como dedos con uñas naranjas. Es una zona de guerra en la que el hombre tortura al cultivo para después estrangularlo y sacar hasta la última dulce lágrima.

Al alba, la ceniza ha sido esparcida por el campo. Extrañamente, la vida vuelve a esos páramos expiados. Nuevamente la caña germinará y se erigirá sobre el suelo degradado y al siguiente verano, el aire esparcirá nubes grises que cubrirá las casas y que colmará los pulmones de los ciudadanos.

¿A quién le reclamaremos cuando no podamos respirar más? ¿al agricultor? ¿al industrial? ¿a las autoridades ambientales?

 

Las llamas del infierno no deberían aparecer antes de tiempo.

Categories:

No responses yet

Deja una respuesta

Comentarios Recientes

No hay comentarios que mostrar.

Categorías